lunes, 8 de agosto de 2022

*DISCURSO PRESIDENCIAL DE PETRO*

 *DISCURSO PRESIDENCIAL DE PETRO*


Llegar aquí indudablemente implica recorrer una vida. La vida 

inmensa que nunca se recorre sola. Aquí está mi madre, Clara, nada 

existiría en mi mente en este momento sin ella. Aquí está mi padre, 

Gustavo, caribeño, aquí están mis hermanos Adriana y Juan que me 

aguantan. 

Aquí están mis hijos, Nicolás Petro, Nicolás Alcocer, Andrea y Andrés, 

Sofá y Antonella, mis pequeñas que florecen de corazón y alma. Aquí 

está Verónica Alcocer, quien me ha acompañado, quien me ha dado 

descendencia, la vida misma. Quien el amor ha hecho todo posible.

Aquí no estará para acompañarme solamente sino para acompañar 

a las mujeres de Colombia en su esfuerzo para salir adelante, para 

crear, para luchar, para ser. Para superar la violencia dentro y fuera 

de las familias, para construir la política del amor. 

Aquí está como en el recorrido de mi existencia, el pueblo. Las manos 

humildes del obrero, aquí están las campesinas y las que barren las 

calles. Aquí están los corazones del trabajo, las ilusiones de quien

sufre, aquí están las mujeres trabajadoras que me han abrazado 

cuando decaigo, cuando me siento débil, el amor al pueblo, a la 

gente que sufre excluida, es el que me tiene aquí para unir y construir 

una nación. 


Que la paz sea posible. Tenemos que terminar, de una vez y para 

siempre, con seis décadas de violencia y conflicto armado. Se puede. 

Cumpliremos el Acuerdo de Paz, seguiremos a rajatabla las 

recomendaciones del informe de la Comisión de la Verdad y 

trabajaremos de manera incansable para llevar paz y tranquilidad a 

cada rincón de Colombia. Este es el Gobierno de la vida, de la Paz, y 

así será recordado.

La paz es posible si desatamos en todas las regiones de Colombia el 

diálogo social, para encontrarnos en medio de las diferencias, para 

expresarnos y ser escuchados, para buscar a través de la razón, los 

caminos comunes de la convivencia. Es la sociedad toda la que debe 

dialogar sobre cómo no matarnos y sobre cómo progresar. En los 

diálogos regionales vinculantes convocamos a todas las personas 

desarmadas, para encontrar los caminos del territorio que permitan 

la convivencia. No importa los conflictos que allí allá, se trata 

precisamente de evidenciarlos a través de la palabra, de intentar sus 

soluciones a través de la razón. Es más democracia, más 

participación lo que propongo para terminar con la violencia.

Pero convocamos, también, a todos los armados a dejar las armas en 

las nebulosas del pasado. A aceptar beneficios jurídicos a cambio de la paz, a cambio de la no repetición definitiva de la violencia, a 

trabajar como dueños de una economía próspera pero legal que 

acabe con el atraso de las regiones.

Para que la paz sea posible en Colombia, necesitamos dialogar, 

dialogar mucho, entendernos, buscar los caminos comunes, producir 

cambios. 

Claro que la paz es posible si se cambia, por ejemplo, la política 

contra las drogas, por ejemplo, vista como una guerra por una 

política de prevención fuerte del consumo en las sociedades 

desarrolladas. 

Es hora de una nueva Convención Internacional que acepte que la 

guerra contra las drogas ha fracasado, que, ha dejado un millón de 

latinoamericanos asesinados, durante estos 40 años, y que deja 

70.000 norteamericanos muertos por sobredosis cada año. Que la 

guerra contra las drogas fortaleció las mafias y debilitó los Estados. 

Que la guerra contra las drogas ha llevado a los Estados a cometer 

crímenes y ha evaporado el horizonte de la democracia. ¿Vamos a 

esperar que otro millón de latinoamericanos caigan asesinados y que se eleven a 200.000 los muertos por sobredosis en Estados Unidos 

cada año? O más bien, cambiamos el fracaso por un éxito que 

permita que Colombia y Latinoamérica puedan vivir en paz. 

Que la igualdad sea posible. El 10 % de la población colombiana tiene 

el 70 % de la riqueza. Es un despropósito y una amoralidad. No 

naturalicemos la desigualdad y la pobreza. No miremos para otro 

lado, no seamos cómplices. Con voluntad, políticas de redistribución 

y un programa de justicia vamos a hacer una Colombia más 

igualitaria y con más oportunidades para todos y todas.

La igualdad es posible si somos capaces de crear riqueza para todos 

y todas, y si somos capaces de distribuirla más justamente. Por eso 

proponemos una economía basada en la producción, el trabajo y el 

conocimiento. Y es por ello por lo que proponemos una reforma 

tributaria que genere justicia. El llevar una parte de la riqueza de las 

personas que más tienen y más ganan, para abrirle las puertas de la 

educación a toda la niñez y la juventud., no debe ser mirado como 

un castigo o un sacrificio. Es simplemente el pago solidario que 

alguien afortunado hace a una sociedad que le permite y le garantiza 

la fortuna. Si somos capaces de llevar una parte de la riqueza que se

crea, a los niños y niñas desnutridas a través de algo tan simple como pagar los impuestos de ley, seremos más justos y estaremos más en 

paz. No es un asunto solo de caridad, es un asunto de solidaridad

humana. La solidaridad es lo que ha permitido que los pueblos 

sobrevivan y logren las máximas conquistas de la cultura y de la 

civilización.

No hemos avanzado como humanidad compitiendo, lo hemos hecho 

ayudándonos. Por eso estamos vivos en este planeta. Seremos 

iguales cuando el que más tiene al pagar sus impuestos lo haga con

gusto, con orgullo, sabedor que ayudará a su prójimo niño, niña, 

bebé, joven, mujer, a crecer sano, a pensar, a vivir con la plenitud 

que da la nutrición y la educación del cerebro y del alma.

La solidaridad está en el impuesto que paga el que puede pagarlo y 

en el gasto del estado que va a quienes lo necesitan por su infancia, 

por su juventud, por su vejez.

Por eso hemos planteado una reforma tributaria, una reforma de la 

salud y de las pensiones, una reforma del contrato laboral, una 

reforma de la educación. Por eso hemos priorizado en el 

presupuesto la infraestructura de la educación, de la salud, del agua 

potable, de los distritos de riego y de los caminos vecinales.


Los impuestos no serán confiscatorios, simplemente serán justos, en 

un país que debe reconocer como aberración la enorme desigualdad 

social en la que vivimos, en un Estado que debe proteger la 

transparencia del gasto, y en una sociedad que se merece vivir en 

paz.

Ser una sociedad del conocimiento, es decir una sociedad donde 

todos sus integrantes tengan el máximo de escolaridad y cultura, no 

es una utopía. Pueblos más pobres que nosotros hace décadas son 

ahora sociedades del conocimiento solo porque invirtieron durante 

décadas y con prioridad en la educación pública.

Llego el momento de devolverle la deuda a nuestra educación

pública para que alcance a todos y todas y sea de calidad.

Llego el momento de ser conscientes que el hambre avanza. Que 

avanza por todo el mundo porque se derrumbó una idea de 

seguridad alimentaria basada exclusivamente en el comercio 

internacional. El comercio internacional en sí mismo no es ni positivo 

ni negativo, pero si no se maneja con inteligencia y se planifica puede 

destruir economías y vidas. El mundo hoy aprende la importancia de la soberanía alimentaria. La soberanía alimentaria es la garantía que 

toda sociedad debe tener para consumir sus nutrientes 

indispensables. Colombia es un país que debe y puede gozar de 

soberanía alimentaria para lograr el hambre cero. Una misión del 

Estado con todo el sector privado que quiera unirse debe garantizar 

la plena alimentación sana de toda la sociedad colombiana y lograr 

excedentes de exportación. En la tierra en donde el ser humano 

descubrió el maíz debemos producir de nuevo maíz. El Estado tendrá 

que brindar riegos, créditos, técnicas, semillas mejoradas, 

protección, el campesinado y la empresa privada puede brindar el 

trabajo y el empeño cotidiano para lograr que nuestros campos 

vuelvan a producir los alimentos que necesita nuestro pueblo.

Volveremos a construir distritos de riego con el Ejército y casas 

campesinas y caminos vecinales con los soldados de la Patria. 

Ejército, sociedad y producción pueden unirse en una nueva ética 

social indestructible. Los helicópteros y los aviones, las fragatas, no 

solo sirven para bombardear o disparar, también sirven para crear la 

primera infraestructura de la salud preventiva del pueblo 

colombiano.


Solo si producimos seremos ricos y prósperos como sociedad. La 

riqueza está en el trabajo y el trabajo es cada vez más, de la 

inteligencia.

Por eso, a partir de hoy, todos los bienes en extinción de dominio de 

la SAE pasarán a ser la base de una nueva economía productiva 

administrada por las organizaciones campesinas, por las 

cooperativas urbanas de jóvenes productivos, y por las asociaciones 

populares femeninas.

Que la igualdad de género sea posible. No podemos seguir 

permitiendo que las mujeres tengan menos oportunidades laborales 

y que ganen menos que los hombres, que tengan que dedicar el 

triple o cuádruple de horas a las tareas de cuidado, que estén menos 

representadas en nuestras instituciones. Ya es hora de combatir 

todas esas desigualdades y equilibrar la balanza. 

Que el futuro verde sea posible. El cambio climático es una realidad. 

Y es urgente. No lo dicen las izquierdas ni las derechas, lo dice la 

ciencia. Tenemos y podemos encontrar un modelo que sea 

sostenible económica, social y ambientalmente. 


Solo habrá un futuro si equilibramos nuestras vidas y la economía de

todo el mundo con la naturaleza. La ciencia ha anunciado la extinción 

posible de la especie humana en apenas uno o dos siglos por los 

efectos en la salud que traería la crisis climática. El virus del covid le 

mostró a toda la humanidad la alerta viva y real de esta posibilidad.

La ciencia no parece equivocarse. Por eso desde esta Colombia le 

pedimos al mundo acción y no hipocresía.

Nosotros estamos dispuestos a transitar a una economía sin carbón 

y sin petróleo, pero poco ayudamos a la humanidad con ello. No 

somos nosotros los que emitimos los gases efecto invernadero. Son 

los ricos del mundo quienes lo hacen, acercando al ser humano a su 

extinción, pero nosotros si tenemos la mayor esponja de absorción

de estos gases después de los océanos: La selva amazónica.

Uno de los pilares del equilibrio climático y de la vida en el planeta 

es la selva amazónica. ¿Vamos a dejar que se destruya esa selva para 

llegar al punto de no retorno en la extinción de la humanidad? O,

¿amos a salvarla con la humanidad misma que quiere seguir viviendo 

en esta tierra?


¿Dónde está el fondo mundial para salvar la selva Amazónica? Los 

discursos no la salvarán. Podemos convertir a toda la población que 

hoy habita la amazonia colombiana en una población cuidadora de 

la selva, pero necesitamos los fondos del mundo para hacerlo. Si es 

tan difícil conseguir esos dineros que las tasas carbón y los fondos

del clima pactados deberían otorgar para salvar algo tan esencial,

entonces, le propongo a la humanidad cambiar deuda externa por 

gastos internos para salvar y recuperar nuestras selvas, bosques y 

humedales. Disminuyan la deuda externa y gastaremos el excedente 

en salvar la vida humana.

Si el FMI ayuda a cambiar deuda por acción concreta contra la crisis 

climática, tendremos una nueva economía próspera y una nueva 

vida para la humanidad.

Se acabaron los «no se puede» y los «siempre fue así». Hoy empieza 

la Colombia de lo posible. Hoy empieza nuestra segunda 

oportunidad.

Desde hoy, soy el presidente de toda Colombia y de todos los 

colombianos y colombianas. Es mi deber y mi deseo. 


Colombia no es solo Bogotá. El Gobierno del Cambio será

descentralizado. Les prometo que vamos a estar y trabajar en todo 

el país, desde Leticia hasta Punta Gallinas, desde Cabo Manglares 

hasta Isla San José. Duele mucho la ausencia del Estado en muchos 

puntos del país. Ya no más. Voy a trabajar para que el lugar de 

nacimiento no condicione tu futuro y para que el Estado diga 

presente en cada rincón de Colombia. 

Agradezco la presencia de presidentes, presidentas y otros 

representantes de los pueblos hermanos de Latinoamérica y del 

mundo. En tiempos en los que vemos a naciones hermanas 

bombardeándose, aquí, en el corazón de Colombia, en el corazón de 

Latinoamérica, hay una decena de presidentes y presidentas de la 

región, con diversidad ideológica y diferentes trayectorias, pero 

todos unidos y unidas compartiendo esta verdadera fiesta de la 

democracia. 

Ya es hora de dejar atrás los bloques, los grupos y las diferencias 

ideológicas para trabajar juntos. Entendamos de una vez y para 

siempre que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa. Y 

que juntos somos más fuertes. Hagamos realidad esa unidad con la 

que soñaron nuestros héroes, como Bolívar, San Martín, Artigas, Sucre y O’Higgins. No es una utopía ni es romanticismo. Es el camino 

para hacernos fuertes en este mundo complejo. 

Hoy necesitamos estar más juntos y unidos que nunca. Como dijo 

alguna vez Simón Bolívar: «La unión debe salvarnos, como nos 

destruirá la división si llega a introducirse entre nosotros». Pero la 

unidad latinoamericana no puede ser una retórica, un mero discurso. 

Acabamos de vivir quizáslo peor de la pandemia del covid, y América 

Latina no fue capaz de juntarse, de coordinarse, para comprar las 

vacunas más baratas, prácticamente fue usada sin capacidad de 

negociación, dispersa en sus gobiernos. ¿Vamos a tener una 

Latinoamérica sin capacidad de investigación científica? ¿Una 

Latinoamérica sin capacidad de coordinar sus servicios de salud, sin 

capacidad de coordinar las compras de medicamentos de manera 

unificada?

Latinoamérica se junta en algunas instituciones, pero no en 

proyectos concretos. ¿Hemos acaso logrado la conexión de todas 

nuestras redes de energía eléctrica? ¿Hay una red de energía

eléctrica que cubra a toda América? ¿Hemos logrado que las fuentes 

de nuestras energías sean limpias? ¿No es acaso hora de impulsar las 

empresas petroleras públicas y nuestras empresas de transmisión  eléctrica a construir el instrumento empresarial y financiero 

latinoamericano que avoque las inversiones en la generación de las 

energías limpias y en la transmisión de esa energía a escala 

continental?

Colombia hará su énfasis internacional en alcanzar los acuerdos más 

ambiciosos posibles para frenar el cambio climático y defender la Paz 

mundial. No estamos con la guerra. Estamos con la Vida.

Buscaremos mayores alianzas con África de donde provenimos, 

buscaremos una alianza de pueblos afros en américa, buscaremos 

que San Andrés sea un centro de salud, cultural y educativo del 

Caribe antillano; de allí saldrán todos los embajadores y 

embajadoras de Colombia para las Antillas.

Buscaremos una alianza con el mundo árabe en el camino de 

transitar hacia las nuevas economías descarbonizadas. Buscaremos 

juntar nuestra Buenaventura y nuestro Tumaco con el este asiático

rico y productivo.

Nuestro himno, que es uno de los más lindos del mundo, dice «sentir 

o padecer». Colombia acumula siglos de padecimiento. Una madre que no puede darle de comer a su hijo, la padece. Un joven que 

emigra porque no encuentra oportunidades, la padece. Una abuela 

o un abuelo que no tiene una pensión digna, la padece. La Colombia 

que soñamos, la Colombia que queremos, la Colombia que nos 

merecemos es la Colombia que queremos sentir. La Colombia que 

vibra, que se esfuerza, que añora y trabaja para alcanzar la paz. Que 

quiere una tierra próspera, con igualdad de posibilidades 

indistintamente del lugar donde nació, independientemente de 

cómo se apellidan sus padres o de cuál sea su color de piel. Esa es la 

Colombia que queremos sentir y por la que trabajaremos hasta el 

último día de nuestro mandato.

En este primer discurso como presidente de Colombia, frente al 

poder legislativo, y frente a mi pueblo, quiero compartir mi decálogo 

de gobierno y mis compromisos.

*1. Trabajaré* para conseguir la paz verdadera y definitiva. Como 

nadie, como nunca. Vamos a cumplir el Acuerdo de Paz y a 

seguir las recomendaciones del informe de la Comisión de la 

Verdad. El «Gobierno de la Vida» es el «Gobierno de la Paz». 


La paz es el sentido de mi vida, es la esperanza de Colombia. 

No podemos fallarle a la sociedad colombiana. Los muertos se 

lo merecen. Los vivos lo necesitan. La vida debe ser la base de 

la paz. Una vida justa y segura. Una vida para vivir sabroso, para 

vivir feliz, para que la dicha y el progreso sean nuestra 

identidad. 

*2. Cuidaré* de nuestros abuelos y abuelas, de nuestros niños y 

niñas, de las personas con discapacidad, de las personas a las 

que la historia o la sociedad ha marginado. Haremos una 

«política de cuidados» para que NADIE se quede atrás. Somos 

una sociedad solidaria, que se preocupa y ocupa del prójimo. 

Que su Gobierno también lo sea. Haremos una política sensible 

al sufrimiento y dolor ajeno, con herramientas y soluciones 

para crear igualdad.

*3. Gobernaré* con y para las mujeres de Colombia. Hoy, aquí, 

empieza un gobierno paritario y con un Ministerio de Igualdad. 

¡Al fin! Con nuestra vicepresidenta y ministra Francia Márquez 

vamos a trabajar para que el género no determine cuánto 

ganas ni cómo vives. Queremos igualdad real y seguridad para que las colombianas puedan caminar tranquilas y no temer por 

sus vidas. 

*4. Dialogaré* con todos y todas, sin excepciones ni exclusiones. 

Este será un gobierno de puertas abiertas para todo aquel que 

quiera dialogar sobre los problemas de Colombia. Se llame 

como se llame, venga de donde venga. Lo importante no es de 

dónde venimos, si no a dónde vamos. Nos une la voluntad de 

futuro, no el peso del pasado. Vamos a construir un Gran 

Acuerdo Nacional para fijar la hoja de ruta de la Colombia de 

los próximos años. El diálogo será mi método, los acuerdos mi 

objetivo. 

*5. Escucharé* a los colombianas y colombianos como he venido 

haciendo en todos estos años. NO se gobierna a distancia, 

alejado del pueblo y desconectado de sus realidades. Todo lo 

contrario: se gobierna escuchando. Vamos a diseñar 

mecanismos y dinámicas para que todo colombiano se sienta 

escuchado en este Gobierno. No quedaré atrapado entre las 

cortinas de la burocracia. Estaré cerca de los problemas. 

Caminaré al lado y junto a los colombianos de todos los rincones. Solo quien está cerca puede entender y ponerse en 

el lugar del otro. 

*6. Defenderé* a los colombianos y colombianas de las violencias y 

trabajaré para que las familias se sientan seguras y tranquilas. 

Lo haremos con una estrategia integral de seguridad. Colombia 

necesita una estrategia que vaya desde los programas de 

prevención hasta la persecución de las estructuras criminales y 

la modernización de las fuerzas de seguridad. Las vidas 

salvadas será nuestro principal indicador de éxito. El crimen se 

combate de muchas maneras. Todas imprescindibles. Quiero 

defender a las familias colombianas de la inseguridad diaria y 

cotidiana: sea de la violencia machista o de cualquier otra 

violencia. 

*7. Lucharé* contra la corrupción con mano firme y sin 

miramientos. Un Gobierno de «cero tolerancia». Vamos a 

recuperar lo que se robaron, vigilar para que no se vuelva a 

hacer y transformar el sistema para desincentivar este tipo de 

prácticas. Ni familia, ni amigos, ni compañeros, ni 

colaboradores… nadie queda excluido del peso de la Ley, del compromiso contra la corrupción y de mi determinación para 

luchar contra ella. 

*8. Protegeré* nuestro suelo y subsuelo, nuestros mares y ríos. 

Nuestro aire y cielo. Nuestros paisajes nos definen y nos llenan 

de orgullo. Y, por eso, no voy a permitir que la avaricia de unos 

pocos ponga en riesgo nuestra biodiversidad. Vamos a 

enfrentar la deforestación descontrolada de nuestros bosques 

e impulsar el desarrollo de energías renovables. Colombia será 

potencia mundial de la vida. El Plantea Tierra es la «casa 

común» de los seres humanos. Y Colombia, desde su enorme 

riqueza natural, va a liderar esta lucha por la vida planetaria. 

*9. Desarrollaré* la industria nacional, la economía popular y el 

campo colombiano. Sin distinciones ni preferencias. Vamos a 

acompañar y apoyar a todo aquel se esfuerza por Colombia: el 

campesino/a que se levanta al alba, el artesano/a que 

mantiene viva nuestra cultura, el empresario/a que crea 

trabajo. Necesitamos de todos y todas para crecer y redistribuir 

riqueza. La ciencia, la cultura y el conocimiento es el 

combustible del siglo XXI. Vamos a desarrollar la sociedad del 

conocimiento y la tecnología. 


*10. Cumpliré* 

Haré cumplir nuestra Constitución. La que dice en su 

artículo 1: “Colombia es un Estado social de derecho, 

organizado en forma de República unitaria, descentralizada, 

con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, 

participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad 

humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la 

integran y en la prevalencia del interés general”. 

Desarrollaremos, también, una nueva cobertura legal para 

hacer sostenible, justo e igualitario nuestro desarrollo. La ley, 

como dice Paolo Flores d’Arcais, es el poder de los que no 

tienen poder. Necesitamos mejores leyes, nuevas leyes al 

servicio de las grandes mayorías y garantizar su cumplimiento. 

Confío mucho en que los debates en nuestras asambleas 

legislativas sean fructíferos y ofrezcan resultados para la 

sociedad colombiana. Hay mucha tarea y confío plenamente en 

nuestros representantes. 

Y finalmente, uniré a Colombia. Uniremos, entre todos y todas, a 

nuestra querida Colombia. Tenemos que decirle basta a la división 

que nos enfrenta como pueblo. Yo no quiero dos países, como no quiero dos sociedades. Quiero una Colombia fuerte, justa y unida. 

Los retos y desafíos que tenemos como nación exigen una etapa de 

unidad y consensos básicos. Es nuestra responsabilidad. 

Termino aquí con lo que me dijo una niña arhuaca en la ceremonia 

de posesión ancestral que hicimos el viernes en la Sierra Nevada 

«Para armonizar la vida, para unificar los pueblos, para sanar la 

humanidad, sintiendo el dolor de mi pueblo, de mi gente aquí, este 

mensaje de luz y verdad, esparza por tus venas, por tu corazón y se 

conviertan en actos de perdón y reconciliación mundial, pero 

primero, en nuestros corazón y mi corazón, gracias».

Esta segunda oportunidad es para ella, y para todos los niños y niñas 

de Colombia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario