*EL ASOMBRO EN FILOSOFIA A PARTIR DE HEIDEGGER que fuera una ponencia leida por Antonio Tudela Sancho en la V semana Filosofico cultural del instituto de Estudios Humanisticos y Filosoficos (ISEHF)de Asuncion, (Paraguay), el 13 de octubre de 2005.
Considero importante tener que compartir esta ponencia que relata Tudela Sancho en su libro de ensayo 9 textos sin lugar, tema de una de sus ponencias en Paraguay, ensayo que reúne todas las conferencias desarrolladas a lo largo de tres años 2005.2006 y 2007 en Argentina y Paraguay, conferencia en las cuales pude participar en muchas de ellas, teoria y filosofias que fueron base del desarrollo del programa del Tekopora ha Rekojoja Rekavo que me llegaron profundamente, y me permitieron crear espacios para expandir mis redes sociales a nivel global, en la busqueda de respuesta a un profundo asombro que mi experiencia en la vida me generaba, muchas interrogantes, a muchos cuestionamientos del porque, gracias a estos espacios de intercambio teorico practico logre crear y desafiar mis miedos para emerger en una multiplicidad de otros...por ello considero importante compartir este tema de la ponencia de Antonio Tudela EL ASOMBRO EN FILOSOFIA A PARTIR DE HEIDEGGER.
EL ASOMBRO EN FILOSOFIA A PARTIR DE
HEIDDEGER*
Quisiera hablarle de un texto, a partir de
un texto, con ocasión o bajo el pretexto de un texto, que no será otro que el
breve texto de Martin Heidegger, ¿Qué es
esto, la filosofía?21 En dicho texto que es el de una
conferencia pronunciada por su autor en los celebres coloquios de Cerisy - la -
Salle, Normandía francesa, en agosto de 1955, como introducción a un dialogo,
Heidegger, entre otras muchas cosas que tienen que ver con el origen griego de
la filosofía, habla del asombro, del viejo Ɵαʋцά ᶅξν que ya se encontraba en
germen entre los pensadores presocráticos, pero que Heidegger toma a partir de
Platón y de Aristóteles; concretamente, cita Heidegger el dialogo platónico Teeteto (155 d), donde se nos dice lo siguiente:
Es muy propio de un filosofo, esto, el
πάθος —el asombro; no hay otro origen de la
Filosofía que predomine mas que ese.
Y Hidegger añade que, en cuanto a πάθος, el
asombro es el autentico άρχῄ de la filosofía, en su sentido más pleno, esto es
la matriz, el origen, el lugar del que sale algo. Pero este de ‹‹de donde››, este lugar del que saldría la
filosofía no es algo que se abandone al salir, como podría serlo la casa de
ustedes cuando cada mañana acuden a las aulas, sino que tal ‹‹de donde››, tal άρχῄ
que es, les recuerdo , el πάθος o el asombro, se
convierte al mismo tiempo en aquello que domina. Heidegger lo explica con un
ejemplo precioso y de claridad meridiana:
El πάθος del asombro no está al
comienzo de la filosofía simplemente como, por ejemplo, el lavarse las manos
precede a la operación del cirujano. El asombro sostiene y domina la filosofía.
La misma idea,
se encontraría, nos dice Heidegger, en Aristóteles. En suma, el asombro de la
filosofía no sería una suerte de fascinación ante lo desconocido o lo que se
nos presentaría como novedoso, de modo que estuviera llamado a desaparecer, o a
disminuir, a amenguarse, una vez que nos apropiamos por el conocimiento o el
uso de lo antes desconocido o novedoso y ya no tal. No sería, por ponerles un
ejemplo, un asombro del tipo que tenemos ante una lengua que ignoramos y nos
atrae —donde, por tanto, el asombro o fascinación seria causa de nuestro
estudio de dicha lengua—, pero que necesariamente desaparecerá en cuanto
lleguemos a dominar esa lengua, en cuanto nos la apropiemos tanto como podemos
decir que nos apropiamos de una lengua.
21Martin
Hidegger, ¿Qué es esto, la filosofía?, de
la que hay una traducción al castellano realmente encomiable, por muchos
motivos, debida al prof. Víctor Li
Carrillo, Lima , Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1958. Con todo,
emplearemos aquí, en nuestras citas (cuya paginación omitiremos en el texto),
otra versión ¿Que es eso de la filosofía?
, en Martin Heidegger, ¿Qué es filosofía?, trad., estudio, notas y comentario
de textos a cargo de Jose Luis Molinuevo, Narcea, Madrid, 1980₂, pp-44-68.
No. Si así fuera, el asombro en filosofía
solo sería un impulso, un aliciente para poner en marcha el pensar filosófico
mismo, pero superfluo, prescindible, descartable una vez que la filosofía
marcha por su camino.
Muy
al contrario, el asombro, como άρχῄ, domina cada paso de la filosofía. Es πάθος, como
nos dice Platón, pero no en el sentido moderno y más popular hoy día, πάθος
como pasión, furor, ímpetu, como cuando decimos que alguien siente pasión o es
un apasionado, por ejemplo de un determinado equipo futbolístico. El πάθος del asombro nos remite más bien, señala
Heidegger, al verbo πάσχιν que significa en griego sufrir, padecer, soportar,
sobrellevar, dejarse llevar o influir por algo. Este sentido, más originario
que el anterior, les debe de sonar a ustedes, porque es el de la llamada
‹‹pasión›› de Jesucristo en la cruz. En realidad Heidegger, emplea un término
equivalente en alemán: la voz Stimmung, en
un sentido muy especifico (que aúna la disposición o Gestimmbeit y la determinación o Bestimmbeit) que se puede traducir al castellano por ‹‹temple de
ánimo››, o cierto modo por templanza. Aunque uno se atrevería a traducirlo en
sentido deleuziano por ‹‹deseo›› o por ‹‹disposición deseante››, pero dejemos
esto para otra ocasión. Stimmung, por
tanto o temple de ánimo, asombro o pasión, tanto da: se trata de un modo
peculiar de la palabra, del decir, del pensar, que nada tiene que ver con el de
las emociones o los sentimientos, sean estos cuales fueren. Las propias
palabras de Heidegger resultan de un rigor insuperable, de modo que lo mejor es
acudir a su cita, aunque sea un poco larga:
En cuanto dispuesto y determinado, el
corresponder esta esencialmente en un temple de ánimo. Por eso, nuestro comportamiento esta en cada
caso acompasado de una forma u otra. Entendido así, el temple de ánimo no es
una música de sentimientos que afloran casualmente, que solo acompañan al
corresponder. Al caracterizar a la
Filosofía como el corresponder
dispuesto, de ningún modo queremos entregar el pensamiento al cambio
casual y a las oscilaciones de estados emocionales. Se trata, más bien, de
señalar únicamente que toda precisión en el decir se basa en una disposición
del corresponder , de la correspondance
[correspondencia]—en el prestar atención a la llamada.
De este
texto, basta por ahora, con que retengan ustedes la última expresión, donde se
dice lo de ‹‹prestar atención a la llamada››.
Toda precisión
en el decir se basa en un prestar atención a la llamada. Ahí la disposición y
la determinación, el temple de ánimo, la stimmung, el πάθος la pasión, el θαυμάῐὲιν, el asombro en
definitiva. Se trata de tener oído, de prestar atención a la llamada, de no
distraerse, de tener disposición a cada momento para la pregunta, la cuestión,
la duda.
Mas, asombro, ¿de qué, ante qué?
El origen de la filosofía esta en el viejo asombro de los hombres
ante el ente, ante el hecho de que es, y de que es así y no de otra manera.
Asombro inagotable porque άρχῄ de la filosofía, y no solo origen, y asombro que
ejerce en nosotros, nos dice Heidegger, un movimiento que a su vez puede
desdoblarse: por un lado, en el asombro nos contenemos, es decir, retrocedemos
ante el ente, ante el hecho de que es y de que es así; pero al mismo tiempo que
retrocedemos y nos contenemos ante el Ser del ente, ese mismo movimiento del
asombro nos arrebata, nos atrapa, nos encadena precisamente ante aquello que
retrocedemos. Por esto el asombro resulta inagotable, no se detiene en la
parálisis de una contención primera ni se consume en el impulso de atracción
que le sucede. ‹‹El asombro —nos dice Heidegger— es así la dis-posición en la que y para la que se abre al Ser del
ente››. Que sea el ente en cuanto es, es pues, una pregunta que no cerraran los
griegos de una vez por todas, sino que en su movimiento griego, en sus formas
especificas de corresponder, de dar correspondencia al Ser del ente,
posibilitaron —mejor dicho: determinaron, porque el asombro es a la vez
disposición y determinación— que el pensamiento se planteara cada vez de un
modo nuevo la pregunta recibida, en un dialogo sin termino a lo largo de las
distintas épocas.
Pero como no quiero cansarles, vamos a dejar por aquí a Herr Martin Heidegger un momento, para plantear
muy superficialmente algunas cosas acerca del asombro. En este sentido, no voy
tampoco alejarme demasiado del título de mi disertación, que es apropósito un
titulo ambiguo, ya que ‹‹El asombro en filosofía a partir de Heidegger ››, y
precisamente en esa particular expresión, ‹‹a partir de››, que tantas cosas
puede significar o dar a entender, si prestamos atención a su llamada, a su
convocatoria, deja abierta la puerta, que aquí no será una ‹‹una puerta
cerrada›› a mi fuga.
Me fugo, pues, de Heidegger, para plantearles a ustedes algunas
posibilidades del asombro a partir de lo que no sea el asombro. Es decir,
tratare de aproximarme mediante el viejo recurso de la definición negativa.
En primer lugar parece claro que el asombro no es el pasmo, la
sorpresa, el susto: ya hemos apuntado que nada tendría que ver el asombro con
un afloramiento casual de los sentimientos o una oscilación de las emociones;
por tanto tampoco se tratara de estos aparentes sinónimos extremos, mas propios
del cine de miedo o de terror, al que evidentemente acudimos para comer
palomitas de maíz (como si por otra parte, dicho sea de paso y entre
paréntesis, pudiéramos buscar el asombro, llamarlo nosotros, cuando se trata
justo de lo contrario: de prestar atención, de no distraernos, de disponer los
oídos a su llamada).
En segundo lugar, también habrá que separar
el asombro de otro concepto complejo y muy sugerente, que es el que Sigmund Freud
estudia en su célebre articulo de 1919 Das
Umheimliche₂₂, esto es, la extrañeza,
lo extraño, traducción que hay que preferir (pero solo a ratos) a la
clásica de lo siniestro.
http://www.scb-icf.net/nodus/contingut/article.php?art=248&pub=5&rev=35&idsubarea=14 No hay tiempo, ni este es el lugar adecuado para entrar en detalle en este importante concepto, que Freud toma de Schelling y de Hoffmann, pero baste con dar alguna nota rápida sobre su intraducibilidad. Porque, como resulta sabido, en el análisis lingüístico que lleva Freud acabo, lo unheimlich remite a su voz matriz, de la que es antónima: lo heimlich, término que posee una gran ambivalencia semántica, al participar por igual, de dos series significativas bien distintas, próximas y lejanas entre sí a un tiempo. Lo heimlich comprende así, por una parte, lo intimo, lo familiar, lo propio de la casa, lo no extraño, lo cotidiano, dócil, confidencial y confortable, lo que recuerda al hogar, etc. Piénsese en que su raíz sustantiva, Heim, designa en Aleman eso precisamente: el hogar, la casa…
http://www.scb-icf.net/nodus/contingut/article.php?art=248&pub=5&rev=35&idsubarea=14 No hay tiempo, ni este es el lugar adecuado para entrar en detalle en este importante concepto, que Freud toma de Schelling y de Hoffmann, pero baste con dar alguna nota rápida sobre su intraducibilidad. Porque, como resulta sabido, en el análisis lingüístico que lleva Freud acabo, lo unheimlich remite a su voz matriz, de la que es antónima: lo heimlich, término que posee una gran ambivalencia semántica, al participar por igual, de dos series significativas bien distintas, próximas y lejanas entre sí a un tiempo. Lo heimlich comprende así, por una parte, lo intimo, lo familiar, lo propio de la casa, lo no extraño, lo cotidiano, dócil, confidencial y confortable, lo que recuerda al hogar, etc. Piénsese en que su raíz sustantiva, Heim, designa en Aleman eso precisamente: el hogar, la casa…
Pero por otro lado, heimlich expresa también la idea de lo secreto, lo oculto, lo
escondido o disimulado, lo que no se desea que otros puedan advertir, lo que se
sustrae a la vista, lo no manifiesto etc. Con esto, afirma Freud, resulta que heimlich posee entre sus numerosos
matices uno en el cual coincide con su antónimo unheimlich, voz opuesta en efecto respecto del primer grupo
representativo de heimlich, pero no
contraria al segundo. E introduce una nota muy inquietante de Schelling según
la cual unheimlich seria todo lo que, debiendo haber permanecido en secreto,
oculto…, no obstante se ha manifestado. Lo unheimlich entonces puede entonces
traducirse ‹‹traducirse›› como lo inquietante, lo extraño. En cierto sentido, desplazado, lo inhabitable.
Designaría la extrañeza que nos impacta emocionalmente cuando algo que hasta
ahora se creía familiar en realidad, como algo desconocido, extraño
(unheimlich). Algo secreto, que debía permanecer oculto, sale a la luz, se
revela, se manifiesta: caen los velos extendidos
₂₂
Sigmund Freud, ‹‹Lo siniestro›› en Obras
completas, Biblioteca Nueva, trad. de Luis Lopez – Ballesteros y de Torres,
Madrid, 1974, Tomo VII, pp. 2483-2505
sobre lo que hay sobre los inmanente, la
experiencia, por ejemplo, del desplome súbito de la confianza en lo que (o en
quien) se creía familiar, próximo, y resulta ser en realidad lejano, extraño. Demasiado tarde siempre, contra todo pronóstico y sin mediar previo
aviso alguno, Freud ilustraba tal experiencia refiriéndose a un célebre cuento
de Hoffman, El arenero. Por ofrecer
también nosotros un ejemplo ilustrativo a la manera de Freud, señalaremos la de
una obra más reciente, un episodio de esa magistral fabula, verdadera joya de
la ‹‹ciencia ficción››, que es de Marcial
Chronicles (1950), de Ray Bradbury ₂₃. http://universodecienciaficcion.blogspot.com/2014/01/1950-cronicas-marcianas-ray-bradbury.html Se trata del pasaje que relata el
arribo a Marte de la tercera expedición terrestre (conocedora del hecho de que
las dos anteriores no regresaron jamás de sus respectivas misiones). Los
hombres del capitán John Black pisan suelo marciano y se encuentran… en pleno
Green Bluff, pueblito de Illinois, U.S.A, lo cual corroboran sus apacibles habitantes
a los expedicionarios. ¿La época?, el pasado:1926.
Alli encuentran los cosmonautas a sus
abuelos, padres, hermanos, a todos sus seres queridos ya difuntos, que les reciben
con los brazos abiertos, emocionados, llorosos de alegría, al tiempo que
afirman estar allí, desde el momento en que murieron. Y no se trata del Cielo,
sino de un mundo que les ofrece una ‹‹segunda oportunidad››. Los miembros de la
expedición olvidan donde se supone que están y lo que los llevo hasta allí: se dispersan
cada uno va a pasar la noche a la casa de su infancia, con su familia
reencontrada. Y en la suya, el capitán John Black, que tras la agitación de los
encuentros atraviesa la duermevela en su antiguo dormitorio, junto a su hermano
de otros tiempos, comienza a intuir la verdad… ¡Demasiado tarde¡ Es eliminado
por su ‹‹hermano››, como los restantes hombres de la expedición lo son por sus
respectivos ‹‹familiares››: no otros, realidad, que los astutos marcianos,
quienes recurrieron a este hábil engaño hipnótico para preservar su mundo.
Fin
del ejemplo de Bradbury, pero ya les digo que, pese al tiempo que le hemos
dedicado a la extrañeza, a lo extraño o siniestro en el sentido feudiano, el
asombro nada tiene que ver con ello.
¿Con que entonces? Vuelvo a la filosofía ,
y a cierta filosofía heideggeriana o ‹‹a partir de›› Heidegger. Me refiero a otro pensador contemporáneo,
lector atento de Herr Martin: el francés Jack Derrida. Y más en concreto, a un divertido párrafo (divertido
para quienes nos interesamos por la filosofía, y más en concreto desde posiciones
en deuda con este autor) de su obra. El monolingüismo
del otro, donde habla medio en broma medio
en serio del reproche que algunos filósofos lanzan contra otros (sean estos filósofos
o no) de caer por atolondramiento en ‹‹contradiccion performativa››. Pero mejor
les cito a Derrida:
¿A quién se
dirige a menudo el reproche de ‹‹contradicción performativa››, hoy con toda precipitación?
A quienes se asombran, a quienes se hacen preguntas, a quienes a veces se creen
en la obligación de preocuparse por ello. Algunos teoricos alemanes o angloamercanos
creyeron encontrar allí una estrategia imparable; incluso llegan a hacer una especialidad
de esta arma pueril. A intervalos regulares, los vemos apuntar la misma critica
en dirección a tal o cual adversario, de preferencia un filosofo de lengua
francesa. También puede suceder que algunos filósofos franceses importen el arma o le impriman una patente
nacional cuando tienen los mismos enemigos, ‹‹enemigos del interior››. Se podrían
dar muchos ejemplos. Esta panoplia infantil no entraña mas que un solo y pobre
dispositivo polémico. Su mecanismo se reduce, poco más o menos, a esto: ‹‹¡Ahᵎ
Usted se hace preguntas con respecto a la verdad; pues bien, en esa misma
medida no cree aun en ella, impugna su posibilidad. ¿Cómo quiere entonces que
se tomen en serio sus enunciados cuando aspiran a alguna verdad, comenzando por
sus supuestas preguntas? Lo que usted dice no es cierto porque cuestiona la
verdad, vamos, usted es un escéptico, un relativista, un nihilista, ¡no un filosofo
serioᵎ Si sigue así, lo pondrían en un departamento de retorica, o literatura […]››.₂₄
Nos hemos acercado aquí, por tanto,
al tema del asombro —y a los peligros que lleva
consigo por parte
de cierto sector del gremio— entendido como hacerse preguntas o encadenar las
preguntas, unas sobre otras, preguntar sobre la pregunta, de modo permanente,
inagotable, porque inagotable es el caudal puesto en marcha por el viejo
asombro griego. Les recuerdo que Heidegger hablaba de la necesidad de prestar atención
₂₄ Jacques Derrida, el monolingüismo del otro o la prótesis de
origen, trad. de Horacio Pons, Buenos Aires, Manantial, 1997, pp. 16 -17.
A la llamada, de tener oídos y disposición
para corresponder. Derrida habla, de quienes se asombran, de quienes se hacen
preguntas y se creen en la obligación de preocuparse por este extraño, asombroso
quehacer que es el de quienes por toda correspondencia en el decir solo buscan
nuevas preguntas, nuevas direcciones, nuevos llamados que recorrer en el
inagotable cuestionar filosófico.
Por esto si tuviéramos que escoger
un término parecido al de asombro quizás nos decidiríamos por el de ‹‹conmoción››.
En el sentido de que el asombro, la pregunta por el Ser del ente , en su doble
movimiento heideggeriano de contención o retroceso a la par que de arrebato o atracción
hacia el frente , nos conmueve o, por expresarlo con una voz mas rigurosa , nos
solicita, en el sentido clásico, latino,: solicitar, solum citare es decir mover el suelo,
quitar el suelo debajo de los pies, al modo en que las películas, se tira de
una alfombra para hacer caer a alguien. El asombro nos mueve el suelo, nos
solicita, incluso en la acepción moderna, porque —volveremos a repetirlo—
nuestro temple de animo ha responder a una llamada, prestar oídos a una solicitud.
Le voy a ir
dejando por aca, ya que supongo rozan ustedes el hartazgo en mi escucha y
sueñan con un receso en la mañana (aunque quizás haya tiempo antes para un
debate), o mejor, para poner en marcha la maquinaria de las cuestiones).
Entre las muchas
lagunas que me he dejado, en ese exceso de tinta que resta en el tintero, hay
algo, sin embargo, que a ustedes debe de rondarles por la cabeza. Una suerte de
preguntas parecidas a estas: ‹‹Pero, profesor, todo eso es muy teórico, se
entiende a medias ¿No podría hablar mas en concreto? ¿De que podemos
asombrarnos hoy, ahora? ¿Cuál es esa llamada del Ser de las cosas a las que
tenemos que prestar atención? Mas aun, con todo el bombardeo de la actual
sociedad de la información, con sus radios, sus televisiones, sus mil canales
de prensa, internet, etc.. ¿es posible aun siquiera asombrarse? ¿No estamos vacunados
ya contra todo asombro?››.
Vamos yo me
pregunto por ustedes, y no me voy a responder, lo que en el sentido ideal de mi
retorica significa que tampoco les voy a responder a ustedes, si me hacen las
preguntas que acabo de poner en sus bocas. Pero si deseo terminar con una larga
cita, otra más, mas no la de un filosofo, sino un hombre de letras, un
novelista francés de origen polaco y de los años sesenta que se llamaba, que se
llama y llamara George Perec. La cita pertenece, sin embargo, a un ensayo suyo,
que lleva por título precisamente una pregunta ¿Aproximación a qué? Les leo sin
mas esta larga cita de Perec que quiero compartir aquí y ahora con ustedes:
Lo que nos habla, me
parece, es siempre el acontecimiento, lo insolito, lo extra-ordinario cinco
columnas en la tapa, grandes titulares. Los trenes solo empiezan a existir
cuando descarrilan y cuantos mas
viajeros muertos , mas existen los trenes, los aviones solo acceden a la
existencia cuando son desviados, los autos tienen por único destino chocar
contra los platanos 52 fines de semana por año, cincuenta y dos balances: ¡Tantos
muertos¡ y tanto mejor para la información
si las cifras no cesan de aumentar . Es necesario que detrás de un
acontecimiento haya un escándalo, una fisura, un peligro, como si la vida
solamente debiera revelarse a través de lo espectacular, lo que habla, como si
lo significativo fuera siempre lo anormal, cataclismos naturales o conmociones históricas,
conflictos sociales, escándalos políticos…
En nuestra precipitación por
medir lo histórico, lo significativo, lo revelador, no dejemos de lado lo
esencial, lo verdaderamente intolerable, lo verdaderamente inadmisible: el escándalo
no es el grisú, es el trabajo en las minas.
Los ‹‹malestares sociales›› no son ‹‹preocupantes›› en periodos de
huelga, son intolerables veinticuatro horas por dia, trescientos sesenta y
cinco días al año […]
Los diarios hablan de todo,
salvo de lo diario. Los diarios me aburren, no me enseñan nada, lo que cuentan
no me concierne, no me interroga y, de antemano, no responde a las preguntas
que hago o que quisiera hacer.
Lo que pasa realmente, lo que
vivimos, el resto, todo el resto, ¿dónde
está?
¿Cómo dar cuenta de lo que
ocurre cada dia y vuelve a ocurrir cada dia, lo banal, lo cotidiano, lo
evidente, lo común, lo ordinario, lo infraordinario, el ruido de fondo, lo
habitual? ¿Cómo interrogarlo? ¿Cómo describirlo?
Interrogar lo habitual. Pero,
justamente, estamos habituados a eso. No lo interrogamos, no nos interroga, no
parece constituir un problema, lo vivimos sin pensar en ello , como sino fuera
portador de ninguna información. Ni siquiera es condicionamiento, es anestesia.
Dormimos nuestra vida, con un sueño sin sueños . ¿Pero donde esta nuestra vida?
¿Dónde está nuestro cuerpo? ¿Dónde esta nuestro espacio?
Como hablar de esas cosas ‹‹comunes››,
más bien como acorralarlas, como hacerlas salir, arrancarlas de la corriente en
la que permanecen sumergidas, como darles un sentido, una lengua que hablen
finalmente de lo que existe, de lo que somos. […]
Interrogar lo que tanto
parece de suyo que ya hemos olvidado su origen. Volver a encontrar algo de la
sorpresa que podían experimentar Julio Verne o sus lectores frente a un aparato
capaz de reproducir y de transportar los sonidos. Porque esa sorpresa existió y
miles de otras y son ellas las que nos han modelado. […]₂₅
₂₅ Georges
Perec, ‹‹¿Aproximación a que? En L´infra-ordinario, cit en George s Perec, Tentativa de agotar un lugar parisino ,
trad. de Jorge Fondebrider, ‹‹Cronologia›› final a cargo del trad.,
Beatriz Viterbo Editora, Rosario, 1992,
pp. 77 - 79
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