Comparto la mirada del foro arriba mencionado porque coincido con esta mirada de reflexión crítica a la lógica dominante del sistema y como se sustenta hasta hoy dia en Paraguay..
PRIMERA PARTE
“Escuchad: «No perdamos el tiempo en estériles letanías ni en mimetismos nauseabundos…”. Jean Paul Sartre. Prólogo a los Condenados de la Tierra de Frantz Fanon, 1961.
I. La vocería intelectual oficial
Esta frase propiamente sartriana con la que empieza esta reflexión, es más que elocuente: es una tempestad que interpela al pensamiento oficial; a aquellos y aquellas que contemplan el mundo desde su posición de dominantes, a los voceros oficiales del sistema.
Y a todos los intelectuales.
Interpela a académicos, filósofos, intelectuales que con construcciones epistemológicas hasta extraordinarias, construyen el “mundo”, producen las ideas, legitiman el poder con el uso de la ciencia y de la cientificidad.
En otras palabras, es la frase demoledora cuyos objetivos son el pensamiento y los pensadores oficiales legitimadores, reconocidos por el Estado como tales y cotizados por el poder fáctico e institucional.
La vocería intelectual del sistema, con todos sus atributos corporativos como lo dice Bordieu.
La lucha por la conservación del Poder, la lucha por la hegemonía del sistema, por la producción de ideas y categorías ideológicas que aparecen como lo objetivo; la producción de ideas para justificar científicamente una situación deshumanizante; ese es el campo de praxis, de pensar y praxis inseparables, de conciencia- mundo inseparable.
Esa es la interpelación sartriana.
Muy pocos, sólo una minoría, como el mismo Sartre, se comprometen con el barro de la historia.
II. No existe inconciencia, de-responsabilidad personal u omisión del intelectual
En el mundo filosófico, académico, intelectual, es muy conocida la anécdota del filósofo Tales de Mileto. Según esta anécdota, Tales habría caído en un pozo mientras contemplaba una noche las estrellas.
Es la típica figura del intelectual, del filósofo “distraído” que, ocupado en todo tipo de materias abstractas, no es capaz de ver lo que tiene a sus pies, un sujeto “incapaz” de conciencia del mundo exterior, de la realidad material.
Se debe ser claro y honesto: el que escribe; piensa, elabora y habla. No sólo contempla el mundo o la sociedad que se encontrarían fuera de su conciencia.
La sociedad, la organización del poder, los grupos concentradores, los conflictos, las luchas emancipatorias, los poderes fácticos, la violencia del Estado contra los más débiles; es su conciencia. Y su conciencia es su libertad. Y la libertad es opción ante la realidad social.
El que escribe, el que produce ideas, ideología, no puede esconderse de esa conciencia-realidad- conciencia, porque al escribir se proyecta en y sobre la sociedad. Escribir es praxis, porque la teoría es praxis, es opción constante, permanente.
El intelectual no es un narcisista: no escribe, no habla ni construye para sí mismo.
En Paraguay, en la sociedad paraguaya, un intelectual libre, crítico, no puede afirmar que permanece fuera del Estado oligárquico paraguayo creado en 1870, fuera del barro del poder, fuera del barro del sistema tiránico y de tiranos corruptos.
Pudo haber habido mutación, pero es aun.
Ningún intelectual puede aducir que se encuentra fuera de la realidad del dos por ciento de familias que concentra las tierras agrícolas productivas y que “constitucionalmente”, en respeto de la “institucionalidad democrática del Estado”; margina al 98 por ciento de campesinos, a los sin tierra.
Esa tal vez la más flagrante, violenta y cruda realidad que habla de la pura ficción de institucionalidades y que en tanto que praxis del poder, no puede dejar indiferente al intelectual, a grupos de intelectuales.
Es más que sorprendente que los intelectuales cooptados por el poder fáctico, ni aborden en serio la inexistencia de la teoría liberal de Estado de Derecho en este Estado periférico y subdesarrollado.
Es a partir de un objeto ineludible como verdad, tal la ficción del “Estado de derecho”, de una “supuesta institucionalidad democrática”, que los intelectuales oficiales se explayan y expresan sus construcciones ideológicas obviando las raíces de los problemas sociales y del Estado mismo.
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