Asi como la estrategia de seguir manteniendo el terrorismo del EPP en Paraguay por el Estado para crear el ambiente de pánico, violencia, militares en el campo para amedrentar y criminalizar campesinos pobres hiper pobres por estar abandonados a su suerte, para saquearnos con multinacionales como la Monsanto y sus transgenicos, con gobiernos puestos por ellos, asi los paises mas ricos del planeta se benefician de la violencia impuesta por el Estado complice de los terroristas, financian a los mismos, y para ello crean masacres, instalan la violencia para luego criminalizar la lucha de la violencia que ellos mismos crearon financiando y dando armas a los terroristas para sembrar la violencia caldo de cultivo que ellos crean o sea la guerra o masacre como continuación de la política para crear el ambiente propicio decir que hay terrorismo y que hay que atacar para defender los derechos humanos masacrando a miles de seres humanos, niños, jóvenes con tal de crear el escenario propicio para que ellos puedan hacer sus grandes negocios con su corporaciones globales criminales.. de terror y para mas ahora mismo mientras escribo están atacando y matando en Palestina....por DIOS alguien tiene que decir BASTA...por DIOS estos BUITRES asesinos de inocentes..todo por DINERO recursos de paises hiper ricos como Palestina y Paraguay....lean abajo la pagina 116 del libro Sociedad Sitiada de Zygmunt BaumanT...
http://www.lecturalia.com/libro/17772/la-sociedad-sitiada
La
frontera Global pagina 116 de Zygmunt Bauman
Lo que mejor resume la nueva experiencia es
la siguiente tesis: el espacio global ha
asumido el carácter de un espacio de frontera.
En un espacio de frontera, la agilidad y la
astucia valen más que una pila de armamento. En los espacios de frontera, los
cercos y empalizadas, más que dar cuenta de una realidad, son una declaración
de intenciones. En un espacio de frontera, ningún intento de dar a los
conflictos.
Una dimensión territorial una dimensión
territorial, de adjudicarse una demarcación al terreno, suele dar resultado. De
todos modos, como se prevé desde un primer momento que serán inútiles, esos
intentos suelen ser poco fervorosos: las empalizadas de madera dan cuenta de
una falta de seguridad en sí mismo que los muros de piedra encarnan y
manifiestan. En la guerra de frontera, rara vez se cavan trincheras. Se sabe
que los adversarios se mueven constantemente: su poder y su capacidad de daño
reside en la velocidad, el sigilo y el secreto de sus movimientos. Para todo
propósito, los adversarios son extraterritoriales. Capturar el territorio que
estos ocupaban ayer no asegura la victoria de hoy, y menos aun un “cese de las
hostilidades”. Por supuesto tampoco garantiza la seguridad del mañana.
En
un espacio de frontera, las alianzas y los frentes de combate que las separan
del enemigo son fluidos, como los adversarios. Las tropas siempre están
dispuestas a cambiar de lealtad, a la vez que la línea que separa a quienes
participan activamente del combate de aquellos que se mantienen al margen es
muy delgada y se tuerce con facilidad. En cuanto, a las coaliciones, no hay
matrimonios estables, solo conveniencias temporales que responden
abiertamente a la conveniencia. La
confianza es lo último que se ofrecería y la lealtad lo último que se puede
esperar. Parafraseando el memorable
concepto de Antony Giddens, podría
halarse aquí de “alianza confluente” y de “rivalidad confluente”. La primera se
origina en la expectativa de obtener beneficios o una mayor conveniencia, y se
deshace o se la quiebra una vez que esos intereses se desvanecen. La segunda, a
pesar de soportar una carga de una larga historia de animosidades, tiende
igualmente a suspenderse de buen grado y con toda diligencia (al menos por un
tiempo) siempre que la cooperación con el enemigo prometa más beneficios que la
confrontación.
Al
declarar la guerra con los talibanes. Donald H. Rumsfeld, el secretario de
Defensa de los Estados Unidos, advirtió
que la guerra “no sería librada por una gran alianza formada para derrotar a un
eje de poderes hostiles. Más bien,
participarían coaliciones flotantes de países, sujetas al cambio y a la evolución”.2 Su segundo a cargo, Paul Wolfowitz, apoyo esa
estrategia reivindicando un regreso a las condiciones de frontera (o más
bien, ayudando a reformular el espacio
global según el patrón del espacio de frontera) al anticipar que habría
“coaliciones cambiantes y prediciendo que en la guerra que empezaba “algunas
naciones podrían ayudar en ciertas operaciones, mientras que otras podrían ser
convocadas para otras según su capacidad”. Como lo resumió en un nuevo apotegma
militar. “para ser efectivos, debemos
ser flexibles. Debemos ser adaptables”. 3
Y vaya si fue flexible la operación que siguió,
a pesar de que la flexibilidad es, inevitablemente, un arma de doble filo, y
con suma rapidez se demostró que tenía un significado mucho menos lineal que el
que pudieran pretender adjudicarle Rumsfeld o Wolfowitz.
La
ofensiva aérea estadounidense contra los talibanes comenzó utilizando el
eslogan “Con los paquistaníes contra el terrorismo” y a un remozado Pakistán en
el papel de aliado crucial. Pero en la medida en que los ataques aéreos
comenzaron a suceder sin mostrar demasiado a cambio del dinero y el esfuerzo
invertido en arrasar con todo a su paso,
la alternativa de allanarle el camino a un ataque por tierra de los uzbecos y
tadjiks de la “Alianza del Norte” se torno cada vez más atractiva. La tentación demostró ser irresistible, y la
aplicación de una estrategia sustituta termino con los nuevos amos de una
Afganistan limpio de Talibanes declarando la guerra “contra los terroristas y contra los pakistaníes”… Preparándose
para la guerra, el Secretario de
Estado de los Estados Unidos, con la
ayuda del Primer Ministro Británico,
cortejo a los gobiernos árabes amigos, y también a los que no lo eran tanto,
para que formaran parte de la coalición de guerra. La primera fase de la guerra
acabo con una masacre perpetrada por las
pandillas victoriosas de la antigua “Alianza del Norte” contra los voluntarios
árabes en Afganistán, y con la exigencia de limpiar el país, de “extranjeros”,
fueran amistosos u hostiles en sus intenciones declaradas o supuestas.
En el momento en que escribo, la saga de
las coaliciones cambiantes está lejos de alcanzar un desenlace. Los nuevos
gobernantes provisorios del País devastado por varias décadas de guerras
intestinas y varias semanas de bombardeos por saturación no son la coalición
que se esperaba que surgiera al culminar la campaña contra los talibanes. Unidos momentáneamente por las perspectivas
de beneficiarse ampliamente de los cargos públicos y por el vivido recuerdo del
enorme poder con que el Pentágono castiga la desobediencia, permanecen de todos
modos como antes, como compañeros de alcoba que difícilmente vayan a compartir
la misma cama por demasiado tiempo. Probablemente estén marcando el paso a la
espera de que los blancos militares estadounidenses cambien, como ciertamente
cambiaran, y que se desplacen hacia otro lado, como con toda probabilidad
ocurrirá más temprano que tarde. Una vez que una institución burocrática
adquiere la capacidad de llevar a cabo exitosamente un cierto tipo de tarea,
está atada a buscar activamente nuevas
oportunidades para llevarla a cabo otra vez.
Cuando se opera en un espacio de frontera es probable que esa
institución encuentre mucho más blancos para una fuerza aérea de espectacular
eficacia, que le permitirán repetir el proceso. Y como observo Gary Younge, el
perspicaz columnista del Guardian, definir
a un terrorista […[ depende enteramente
del equilibrio de fuerzas en un momento dado, Ahora los Estados buscan la
cabeza de aquellos a quienes alguna vez financiaron”. Posiblemente, la
consecuencia general de la guerra afgana será menos seguridad y mas
derramamiento de sangre en la frontera planetaria.
En
condiciones de frontera, toda guerra contra los terroristas puede ganarse si se posee suficiente armamento aéreo, y
suficiente dinero para incitar y/o sobornar
a los aliados “flotantes” o “flexibles” para que hagan de infantería. Pero la guerra
contra el terrorismo es imposible de
ganar de manera concluyente) mientras el espacio global conserve su carácter
“fronterizo”. El hecho de establecer
condiciones “flotantes” o “cambiantes” es uno de los factores
principales que ayuda a perpetuar esta
naturaleza fronteriza del espacio global. La estrategia de las condiciones
temporales de intereses transitorios, el rechazo concomitante de estructuras
firmemente institucionalizadas con el poder suficiente para granjearse la
sumisión permanente a reglas universales, la
resistencia contra la asunción de compromisos mutuamente vinculantes a
largo plazo sujetos a estricta supervisión: todo eso separa el actual espacio
de frontera de cualquier posibilidad de reemplazarlo por una orden global,
sujeto a supervisión y control político. Simplemente no habrá perspectivas de
obtener beneficios en base a la construcción y el afianzamiento de
estructuras legales y políticas globales
si, gracias al armamento superior y a
los recursos aparentemente inagotables de los que se dispone, los sucesivos
objetivos pueden alcanzarse sin aquellas con mayor rapidez y a un costo mucho
más bajo. Las guerras “parlamentarias” son, en comparación, mucho más difíciles
de iniciar, y su conducción es poco práctica. Y las autoridades globales, una
vez consolidadas, tarde o temprano acumularan obstáculos contra la
determinación unilateral de blancos y contra la elección de los modos más
expeditivos de alcanzarlos ; cortaran la libertad de los agresores, o al menos
harán que sus opciones les sean más costosas que hasta el momento. Una vez más,
la democracia y el Estado de derecho funcionan como una carga odiosa y superflua.
Por
cierto, es fácil comprender por qué las estrategias de “coaliciones flexibles”,
junto con el rechazo categórico de toda estructura duradera y universalmente
vinculante, puede resultar tentadora para los poderes que, confiando en su
superioridad competitiva, esperan beneficiarse de la incertidumbre
resultante, y que no están dispuestos a
compartir la ganancia anticipada con los de menos recursos y menor fortuna. Sin
embargo el punto es que la estrategia puede servir a más de un amo, y una
vez que se le aplica, sienta las bases
para que todo tipo de actores imprevistos e indeseables hagan un uso
indiscriminado de ella. Las “alianzas
cambiantes” de la vieja frontera eran igualmente útiles a los magnates
ganaderos y a los pistoleros cuyas
cabezas se les había puesto precio.
En
efecto corresponde al propósito de los terroristas que el desorden mundial se
perpetúe tanto como resulta útil a la dominación mundial de quienes le hacen la
guerra. Una de las principales razones por las que las guerras contra el
terrorismo es imposible de ganar reside en el hecho de que ambas partes tienen
intereses creados en la conservación de las condiciones de frontera. En este
aspecto en particular, ambas partes comparten un mismo punto de vista, aun a pesar de que hablan una lengua diferente.
Hay, podríamos decir, un pacto de (poco) caballeros que ninguno de los dos
bandos que disputan la “la guerra contra el terrorismo” se muestra en absoluto
interesado en quebrar. Ambos bandos militan contra la imposición de
restricciones a la reciente adquirida extraterritorialidad de los cielos de los
cielos o a la libertad de ignorar o hacer a un lado las “leyes nacionales”
cuando estas se consideran un inconveniente para el propósito en curso. Esta
coalición—la coalición contra un orden global democráticamente controlado y
universalmente vinculante—parece ser la única que resiste incondicionalmente toda
“flexibilidad” y que no muestra tendencia alguna a “ flotar”.
Hace
más o menos dos siglos, cuando el ancien
regime premoderno (conformado por
sociedades divididas en localidades precariamente coordinadas, y a menudo
separatistas, regidas por una ley que, hecha añicos, no consistía más que en
una serie de privilegios y privaciones), se derrumbo, marcando el camino para
el terrorismo dirigido tanto por el estado como contra él, y haciendo de la
sociedad un lugar peligroso, surgió el ideal de un nuevo modelo de integración
social supralocal al nivel del Estado-nación. Esa idea dio origen y continuidad
a los esfuerzos abocados a las tareas de construcción de la nación y del
Estado. Si las consecuencias prácticas de esos esfuerzos estuvieron a la altura
del ideal o no, ese es otro problema. Lo importante, para el largo plazo, era
el hecho de que había un ideal, y que
ese ideal exigía que urgentemente se invadiera y conquistara el espacio
fronterizo emergente, con el propósito de apaciguarlo, domesticarlo, y aparte
de eso, acondicionarlo para la vida humana (ese esfuerzo tan arduo, y en
absoluto uniforme, habría de ser retrospectivamente llamado el “proceso de
civilizador”). Podría decirse que la política del Estado-nación precedió y condujo el establecimiento
del Estado-nación: en cierto sentido, la política se creo su propio objeto.
Ningún
ideal comparable ha surgido hasta ahora en nuestros tiempos, en los que la
versión fluido-moderna del ancien régime (bajo
la forma del planeta dividido en Estados-nación soberanos sin una ley universal
que los sujete a todos) se está derrumbando, y le abre así el camino a los
terrorismos globales, estatales o no. No hay una “política del orden mundial” a
la vista que pueda presumir de un panorama más amplio que el del precinto
policial promedio. En ausencia de esa visión más amplia. La única estrategia
para imponer el imperio de la ley y el orden consiste en detener, encarcelar, y privar de sus prerrogativas a
los agentes cuyas pretensiones de explotar las ventajas que ofrecen las
condiciones de frontera han sido declaradas ilegitimas por quienes ejercen un
criterio independiente. Por supuesto, hasta ahora se le ha dedicado poca
consideración y menos voluntad política a la forma posible del control
democrático sobre las fuerzas actualmente emancipadas de las instituciones
existentes de control legal y ético que son libres de atacar según prefieran
los blancos que prefieran…
Como
afirmo Clausewitz, la guerra no es más que la continuación por otros medios de
la política. Jean Baudrillard dijo,
acerca de la guerra declarada al terrorismo por los Estados Unidos y
Gran Bretaña, que no era más que una continuación, por otros medios, de la ausencia de política. 5
En ausencia de una política global y de
otras autoridades políticas globales, solo pueden esperarse violentos
conflictos. Y siempre habrá alguien ansioso de condenar el ejercicio de la
violencia como un acto de terrorismo, es decir, como un acto criminal que debe
ser castigado. Las “expresiones “terrorismo”
y “guerra contra el terrorismo”
Seguirán siendo conceptos discutibles por
definición, y las acciones que originan seguirán siendo poco concluyentes, en
la misma medida que continuaran perpetuándose y realimentándose a si mismas.
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