Por ello quiero compartir con ustedes esta parte del libro de Zygmunt Bauman "Sociedad Sitiada" que describe claramente el concepto de donde proviene.
3. Vivir y morir en la frontera planetaria* Pag. 113
Muchos son los
significados de los acontecimientos del
11 de setiembre de 2001. Habrá muchos discursos que se los apropiaran para
reprocesarlos, y más de una secuencia histórica vera en ellos un punto de
inflexión. Sin embargo uno estaría tentado de afirmar que en el ultimo termino
se comprobara que la importancia verdaderamente fundamental y duradera de estos
acontecimientos habrá sido señalar un final simbólico de la era del espacio.
Un final
simbólico, más que un final propiamente histórico, ya que lo que ocurrió el 11
de setiembre de 2001 no hizo sino traer a la superficie, exhibir dramáticamente
y catapultar a la esfera pública desarrollos subterráneos que estaban
incubándose desde hacía mucho tiempo, y cuya maduración demoro algunas décadas.
Los aviones secuestrados en camino a Boston, como una piedrita a la que se
introduce en un recipiente lleno de una solución sobresaturada, provocaron que
las sustancias que, sin que se lo advirtiera, habían alterado radicalmente la
supuesta composición química del compuesto cristalizaran abruptamente y se
hicieran de súbito visibles para el ojo desnudo. Y los acontecimientos del 11
de setiembre fueron también simbólicos en otro sentido: El ataque terrorista a
los edificios más emblemáticos de la ciudad más emblemática a nivel global,
perpetrado frente al mayor número de cámaras de los medios modernos son capaces
de reunir en un mismo lugar, alcanzo con facilidad una dimensión –la de
significante globalmente legible—que otros acontecimientos, por mas dramáticos
y sangrientos que hubieran sido, no
habían podido siquiera soñar. Mostro, una vez mas de manera dramática y
espectacular, cuan globales en verdad
pueden ser los acontecimientos. Le dio
entidad a la idea, hasta el momento abstracta, de la interdependencia global y
de la unicidad del planeta. Por todas estas razones, se ajusta el papel de
final simbólico de la era del espacio más que cualquier otro
acontecimiento del que se tenga memoria
en los últimos tiempos.
* Parte de este capítulo fue
publicado previamente en Tikkun
(marzo-abril de 2002)
La era del
espacio comenzó con la Muralla China y el Muro de Adriano de los antiguos
imperios, continúo con los fosos, los puentes levadizos y las torretas de las
ciudades medievales, y alcanzo su punto más alto con las líneas Maginot y Siegfried de los Estados modernos, para
acabar en el muro de Berlín y el muro Atlántico, los muros de los bloques
militares supranacionales. A lo largo de
toda esa época, el territorio fue siempre el recurso más preciado, el premio mayor
de toda lucha por el poder, la marca que distinguía a los a los vencedores de
los vencidos. Uno podía determinar quién era el vencedor según cual era el bando que permanecía (vivo ) en el campo de batalla una vez
finalizado el combate. Pero, sobre todo,
el territorio fue, durante toda la época, la principal garantía de
seguridad: las medidas de seguridad se pensaban e implementaban en términos de
la extensión y las particularidades del territorio controlado. La era del espacio fue la época de la “profunda
tierra interior “ de los Lebensraum* y
los cordons sanitaires [cordones sanitarios), y de la privacidad
del hogar, dulce hogar. El poder era
territorial; e igualmente territorial era la privacidad que liberaba de toda
interferencia de ese poder. El espacio propio era un espacio con fronteras que
era posible ajustar e impermeabilizar; se podía, en efecto, impedir la
intrusión, y regular y controlar estrictamente la entrada. El territorio era
tanto refugio como guarida: un sitio al que se podía huir, un interior en el
que uno podía encerrarse, “pasar al clandestinidad” y sentirse seguro. Cualesquiera fuera los
problemas que uno quisiera huir u ocultarse, estos no osarían transponer los
limites territoriales establecidos.
Todo eso se
acabo; de hecho, se ha acabado hace bastante, y no es que hubiera escasez de
signos (ya se ve cuan anticuada suena la pequeña historia del último párrafo);
pero se ha hecho evidente de manera efectiva y definitiva que se acabo solo a
partir del 11 de setiembre. Los hechos del 11 de setiembre dejaron en claro que
ya nadie, por más rico en recursos, distante e independiente que sea, puede
cortar amarras con el resto del mundo.
También se ha
vuelto evidente que la aniquilación de la capacidad protectora del espacio es
un arma de doble filo: nadie puede ocultarse de los ataques, y nadie esta lo
suficientemente lejos como para impedir que aquellos sean planeados y dirigidos
allí a distancia. Los lugares ya no protegen, no importa cuán fuertemente armados y fortificados estén. La
fuerza y la debilidad, la amenaza y la seguridad se han convertido, esencialmente,
en problemas extraterritoriales (y
difusos) que eluden toda solución
territorial (y nítida).
Las fuentes de la actual inseguridad
global se encuentran en lo que Manuel Castells denomino el “espacio de flujos”,
y no será posible acceder a ellas, y mucho menos enfrentarlas efectivamente,
mientras las medidas que se implementan para curar y mitigar esta
inseguridad se reduzcan a uno o a unos
pocos sitios afectados. Sin embargo, hasta el 11 de setiembre, la búsqueda de
soluciones a las amenazas de origen global tendía a ser remplazada por (inútiles e ineficaces) intentos de
encontrar soluciones localizadas y personalizadas que eximieran del peligro
(piénsese por ejemplo, en la enorme demanda de refugios antinucleares
familiares en la época de la estrategia de “mutua destrucción asegurada” de la
Guerra Fría, o del incontrolable crecimiento de los “barrios privados” en una época de creciente violencia y crimen
urbanos). La inaccesibilidad de las
raíces globales de la inseguridad, mientras se ha intentado atacarlas desde el
interior de un territorio, y utilizando solamente los medios disponibles en el
ámbito local, ha provocado ya hace tiempo una “sobre carga de seguridad” : una
desviación de los problemas y preocupaciones derivados de la inseguridad hacia
el terreno de de la seguridad activa.
La seguridad es el único elemento de la
triada certidumbre/seguridad/protección sobre el que se puede actuar (si de
manera eficaz o no, ese es otro problema) acotadamente en un lugar en particular. Sobre todo, las
medidas activas de seguridad son lo único que pueden verse como prueba de que se está haciendo algo.
La
posibilidad de un ataque terrorista como el 11 de setiembre no resultaba
inverosímil, y hacia mucho que se venía venir, debido a la inseguridad global
que se generaba masivamente en el interior del “espacio de flujos”
extraterritorial completamente des-regulado y libre de toda bandera o control
político, pero siguió siendo una amenaza abstracta solo considerada por los
académicos aficionados a tener una visión panorámica de los asuntos
globales. La materialización de esa
amenaza, en la forma que finalmente asumió, convirtió de la noche a la mañana
los malos presentimientos de los académicos en verdades de sentido común, al
poner al alcance de la mano lo intocable, y hacer visible lo invisible y
cercano lo lejano. De ese modo, permitió que la amenaza se tradujera del
lenguaje de la Inseguridad global, difícil
de dominar y complicado de usar –un lenguaje semánticamente empobrecido, con
pocas reglas sintácticas, o ninguna--, al lenguaje demasiado familiar,
utilizado a diario y de difícil comprensión de la seguridad personal. En el largo plazo, esa traducción podría ser
útil para la comprensión del nexo entre los dos términos, demasiado a menudos
considerados por separado, e incluso podría permitir la traducción inversa (de
los problemas locales de seguridad a los del ámbito global). Por el momento,
sin embargo, una cosa en particular que parece haberse establecido en la doxa
actual es la nueva condición de la mutua
vulnerabilidad asegurada de todas las secciones del planeta políticamente
separadas.
Lo
que se ha hecho más patente que nunca es que el grado de vulnerabilidad ya no
puede medirse según el tamaño del arsenal concebido con tecnología de punta
para las (hoy pasadas de moda) guerras
territoriales. Como Eric le Boucher resumió aquellos que los
acontecimientos del 11 de setiembre nos enseñaron por la fuerza: “El mundo no
puede dividirse en dos partes distintas, una rica y segura detrás de su sistema
antimisiles, y la otra librada {….) a sus guerras y arcaísmos”. 1 Después
del 11 de setiembre se ha hecho evidente que “ya no puede dejarse a los países
lejanos librados a su anarquía”, por lo menos no si los países ricos y
presumiblemente seguros quieren seguir siendo ricos y efectivamente seguros…
http://es.scribd.com/doc/126454408/bauman-zygmunt-la-sociedad-sitiada-pdf
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