martes, 1 de julio de 2014

Explorando el concepto de Espacios y la deconstruccion de signos y territorios en un mundo desregulado

Estube explorando el concepto de Espacio y su relación con la nueva forma de crear, de pensar y de vivir en un mundo de producción global, un mundo des-regulado sin fronteras, para asi poder comprender  donde se articula en la practica y porque se necesita una nueva subjetividad con muchos conocimientos, con mucho empoderamiento, flexible, sin temores, creando y haciendo circular sus objetos en redes de relaciones diversas locales y globales. Y tratar de comprender que pasa cuando este nuevo modelo de mundo global des-regulado solo puede garantizar la seguridad a un cierto sector del planeta muy rico.  Mientras el resto del planeta no esta preparado para crear, producir, fluir temporalmente, vivir en forma de red,  como requiere el mundo des-regulado de hoy sin Estado Nacion que te protega con sus politicas que dejaron de tener influencia y desiciones para resolver problemas que tienen su origen globalmente????

Por ello quiero compartir con ustedes esta parte del libro de Zygmunt Bauman "Sociedad Sitiada" que describe claramente el concepto de donde proviene.

3. Vivir y morir en la frontera planetaria* Pag. 113

Muchos son los significados de los acontecimientos  del 11 de setiembre de 2001. Habrá muchos discursos que se los apropiaran para reprocesarlos, y más de una secuencia histórica vera en ellos un punto de inflexión. Sin embargo uno estaría tentado de afirmar que en el ultimo termino se comprobara que la importancia verdaderamente fundamental y duradera de estos acontecimientos habrá sido señalar  un final simbólico de la era del espacio.
Un final simbólico, más que un final propiamente histórico, ya que lo que ocurrió el 11 de setiembre de 2001 no hizo sino traer a la superficie, exhibir dramáticamente y catapultar a la esfera pública desarrollos subterráneos que estaban incubándose desde hacía mucho tiempo, y cuya maduración demoro algunas décadas. Los aviones secuestrados en camino a Boston, como una piedrita a la que se introduce en un recipiente lleno de una solución sobresaturada, provocaron que las sustancias que, sin que se lo advirtiera, habían alterado radicalmente la supuesta composición química del compuesto cristalizaran abruptamente y se hicieran de súbito visibles para el ojo desnudo. Y los acontecimientos del 11 de setiembre fueron también simbólicos en otro sentido: El ataque terrorista a los edificios más emblemáticos de la ciudad más emblemática a nivel global, perpetrado frente al mayor número de cámaras de los medios modernos son capaces de reunir en un mismo lugar, alcanzo con facilidad una dimensión –la de significante globalmente legible—que otros acontecimientos, por mas dramáticos y sangrientos  que hubieran sido, no habían podido siquiera soñar. Mostro, una vez mas de manera dramática y espectacular, cuan globales en verdad pueden ser los  acontecimientos. Le dio entidad a la idea, hasta el momento abstracta, de la interdependencia global y de la unicidad del planeta. Por todas estas razones, se ajusta el papel de final simbólico de la era del espacio más que cualquier otro acontecimiento  del que se tenga memoria en los últimos tiempos.

 * Parte de este capítulo fue publicado previamente en Tikkun (marzo-abril de 2002)  

La era del espacio comenzó con la Muralla China y el Muro de Adriano de los antiguos imperios, continúo con los fosos, los puentes levadizos y las torretas de las ciudades medievales, y alcanzo su punto más alto  con las líneas Maginot  y Siegfried de los Estados modernos, para acabar en el muro de Berlín y el muro Atlántico, los muros de los bloques militares  supranacionales. A lo largo de toda esa época, el territorio fue siempre el recurso más preciado, el premio mayor de toda lucha por el poder, la marca que distinguía a los a los vencedores de los vencidos. Uno podía determinar quién era el vencedor  según cual era el bando que permanecía  (vivo ) en el campo de batalla una vez finalizado el combate. Pero, sobre todo,  el territorio fue, durante toda la época, la principal garantía de seguridad: las medidas de seguridad se pensaban e implementaban en términos de la extensión y las particularidades del territorio controlado.  La era del espacio fue la época de la “profunda tierra interior “ de los Lebensraum* y los  cordons sanitaires  [cordones sanitarios), y de la privacidad del hogar, dulce hogar. El poder  era territorial; e igualmente territorial era la privacidad que liberaba de toda interferencia de ese poder. El espacio propio era un espacio con fronteras que era posible ajustar e impermeabilizar; se podía, en efecto, impedir la intrusión, y regular y controlar estrictamente la entrada. El territorio era tanto refugio como guarida: un sitio al que se podía huir, un interior en el que uno podía encerrarse, “pasar al clandestinidad”  y sentirse seguro. Cualesquiera fuera los problemas que uno quisiera huir u ocultarse, estos no osarían transponer los limites territoriales establecidos.
Todo eso se acabo; de hecho, se ha acabado hace bastante, y no es que hubiera escasez de signos (ya se ve cuan anticuada suena la pequeña historia del último párrafo); pero se ha hecho evidente de manera efectiva y definitiva que se acabo solo a partir del 11 de setiembre. Los hechos del 11 de setiembre dejaron en claro que ya nadie, por más rico en recursos, distante e independiente que sea, puede cortar amarras con el resto del mundo.

También se ha vuelto evidente que la aniquilación de la capacidad protectora del espacio es un arma de doble filo: nadie puede ocultarse de los ataques, y nadie esta lo suficientemente lejos como para impedir que aquellos sean planeados y dirigidos allí a distancia. Los lugares ya no protegen, no importa cuán  fuertemente armados y fortificados estén. La fuerza y la debilidad, la amenaza y la seguridad se han convertido, esencialmente, en problemas extraterritoriales (y difusos) que eluden toda solución territorial  (y nítida).
Las fuentes de la actual inseguridad global se encuentran en lo que Manuel Castells denomino el “espacio de flujos”, y no será posible acceder a ellas, y mucho menos enfrentarlas efectivamente, mientras las medidas que se implementan para curar y mitigar esta inseguridad  se reduzcan a uno o a unos pocos sitios afectados. Sin embargo, hasta el 11 de setiembre, la búsqueda de soluciones a las amenazas de origen global tendía a ser remplazada  por (inútiles e ineficaces) intentos de encontrar soluciones localizadas y personalizadas que eximieran del peligro (piénsese por ejemplo, en la enorme demanda de refugios antinucleares familiares en la época de la estrategia de “mutua destrucción asegurada” de la Guerra Fría, o del incontrolable crecimiento de los “barrios privados”  en una época de creciente violencia y crimen urbanos).  La inaccesibilidad de las raíces globales de la inseguridad, mientras se ha intentado atacarlas desde el interior de un territorio, y utilizando solamente los medios disponibles en el ámbito local, ha provocado ya hace tiempo una “sobre carga de seguridad” : una desviación de los problemas y preocupaciones derivados de la inseguridad hacia el terreno de de la seguridad activa.
La seguridad es el único elemento de la triada certidumbre/seguridad/protección sobre el que se puede actuar (si de manera eficaz o no, ese es otro problema) acotadamente en  un lugar en particular. Sobre todo, las medidas activas de seguridad son lo único que pueden verse como prueba de que se está haciendo algo.
                La posibilidad de un ataque terrorista como el 11 de setiembre no resultaba inverosímil, y hacia mucho que se venía venir, debido a la inseguridad global que se generaba masivamente en el interior del “espacio de flujos” extraterritorial completamente des-regulado y libre de toda bandera o control político, pero siguió siendo una amenaza abstracta solo considerada por los académicos aficionados a tener una visión panorámica de los asuntos globales.  La materialización de esa amenaza, en la forma que finalmente asumió, convirtió de la noche a la mañana los malos presentimientos de los académicos en verdades de sentido común, al poner al alcance de la mano lo intocable, y hacer visible lo invisible y cercano lo lejano. De ese modo, permitió que la amenaza se tradujera del lenguaje de la Inseguridad global, difícil de dominar y complicado de usar –un lenguaje semánticamente empobrecido, con pocas reglas sintácticas, o ninguna--, al lenguaje demasiado familiar, utilizado a diario y de difícil comprensión de la seguridad personal. En el largo plazo, esa traducción podría ser útil para la comprensión del nexo entre los dos términos, demasiado a menudos considerados por separado, e incluso podría permitir la traducción inversa (de los problemas locales de seguridad a los del ámbito global). Por el momento, sin embargo, una cosa en particular que parece haberse establecido en la doxa actual es la nueva condición de la mutua vulnerabilidad asegurada de todas las secciones del planeta políticamente separadas.

                Lo que se ha hecho más patente que nunca es que el grado de vulnerabilidad ya no puede medirse según el tamaño del arsenal concebido con tecnología de punta para las (hoy pasadas de moda) guerras territoriales. Como Eric le Boucher resumió aquellos que los acontecimientos del 11 de setiembre nos enseñaron por la fuerza: “El mundo no puede dividirse en dos partes distintas, una rica y segura detrás de su sistema antimisiles, y la otra librada {….) a sus guerras y arcaísmos”. 1 Después del 11 de setiembre se ha hecho evidente que “ya no puede dejarse a los países lejanos librados a su anarquía”, por lo menos no si los países ricos y presumiblemente seguros quieren seguir siendo ricos y efectivamente seguros…

http://es.scribd.com/doc/126454408/bauman-zygmunt-la-sociedad-sitiada-pdf

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