sábado, 28 de septiembre de 2013

Funesto Funes, o la escritura como juego de memoria y olvido*


*Conferencia pronunciada en el Centro Cultural de España "Juan de Zalazar",  en Asunción,
  (Paraguay)

    Permitanme ustedes que comience situándoles ante un cuento, ante un mito incluso, que para frustrar la previsible expectativa lógicamente creada por este "funesto funes" que encabeza el titulo de mi intervención,nada tiene que ver en principio con Borges, sino con uno de sus mas antiguos maestros:no otro que el "divino" Platon.
 
    El cuento o mito platónico frente al que les quiero situar, es justamente el de la creación de la escritura, y como sin duda ya lo conocerán ustedes, me voy a limitar a jugar el viejo papel del narrador por cuenta ajena, o del coplista ciego, o del actor que glosa o mejor recita un papel que le ha sido dado. En otras palabras, me voy a limitar a recordarselo  a ustedes, y al tiempo a recordarmelo a mi  mismo, ya que de esto quiero hablar esta tarde, de la escritura como ejercicio de la memoria, o su otra cara: el olvido.

  El mito platónico sobre la invención de la escritura, como recordaran ustedes conmigo, se encuentra en el dialogo de Fedro, el dialogo al que, por cierto, la tradición  da el subtitulo "O de la belleza", lo que no deja de resultar interesante, como verán. La verdad es que esa misma tradición nunca ha hecho demasiado caso a este mito, que es uno de los mitos propiamente platónicos, en el sentido que el griego se los saca de la manga cual tahur de paseo por el Misissipi, o de la chistera, como suelen hacer los magos con los conejos. Como resulta sabido, Platon odiaba recurrir a los mitos,  algo que desde el ha mantenido la filosofía, o por lo menos la filosofía, o por lo menos la filosofía que se autodenomina "alta" filosofía, o filosofía "verdadera", por mantenernos en los limites de Platon, hasta nuestros días:  la critica o el discurso puro de la razón asedia sin tregua los cuarteles de la matemática, o de la "alta" matemática, y abomina por tanto de cuanto huela a metáfora, ejemplo, cuento, etc.  La filosofía, y Platon como filosofo, abomina de la literatura, el logos descarta en su categoría marcha recular hacia el viejo e impreciso mito. Esto en teoría, porque al mismo tiempo Platon reconoce que hay que ser didáctico, que de vez en cuando no viene mal bajar la voz y susurrar un ejemplito literario, como hace también el profesor de mates en la escuela cuando recurre a las manzanas o los trenes para hacer comprensible a los niños el abstracto topos hiperuranios de los números y lo que no son los números. Y aquí ya esa curiosa contradicción del divino ateniense, porque resulta que son sus mitos, sus fantásticas narraciones susurradas en plan condescendiente, didáctico, casi con vergüenza de tener que recurrir a ellas, lo que en realidad recordamos de su obra,: ¿a quien, aunque no le interese siquiera la filosofía, no le suena el mito de la caverna, que Platon, narra en República, o el mito de carro con el auriga y sus caballos, que también esta en Fedro? ¿Que hubiera pensado Platon de saber que en los colegios del siglo XXI --es decir, lo que para el, que era pagano pre cristiano hubiera sido el siglo XXV ---al final nos quedábamos con sus mitos? Suyos para mas inri, porque no solemos recordar los auténticos mitos, los que eran moneda corriente en su época ,a excepción quizá del de la Atlantida en el dialogo Timeo, sino precisamente esos mitos que se inventan, que extrae maravillosamente de su sombrero literario.

   Pero tendrá que disculparme la anterior digresión. Me centro ya en el mito de la escritura, un mito o un cuento de la fragua propia de Platon, pero que ha pasado casi desapercibido para la tradición escolástica, ya que se trata de un mito breve y situado casi de refilon,   al paso, y al final del Fedro, de un modo marginal casi, como una coda final, como un estrambote, un añadido o una especie de postre para relajar la altura de cuanto Socrates ha hablado con Fedro en el dialogo, donde tantos temas, tan capitales y tan bellamente debatidos. Este mito ---se pensó--- es un pegote que sobra, que alarga innecesariamente el final del libro, es un regalo, una gracia del autor que en realidad afea su dialogo sobre la belleza, cerrándolo sin ninguna gracia, Vamos, que mejor hubiera hecho Platon con ahorrárselo a los lectores, algo así como recientemente hubiera podido ahorrarnos Bush sus chistes y fotos sobre Irak y el despacho oval. Si esto se suma al hecho de que durante mucho tiempo, desde Diogenes Laercio, por lo menos hasta Schleiermacher por lo menos también, se creyó que Fedro, era un dialogo menor, inmaduro, la opera prima en realidad de su autor, ya comprenderán la casi nula atención que se ha dado al mito al que llevo un buen rato refiriéndome aun sin entrar en el.
 
    Vamos por fin a ello. El mito platónico sobre los orígenes de la escritura reproduce en realidad un dialogo entre dos personajes de un misterioso Egipto antiguo, desconocido ya en tiempos de Platon . En una puesta en escena espectacular, Socrates, que es el personaje platónico que narra al otro personaje, Fedro, este dialogo entre otros dos personajes, asegura que su relato se remonta a una tradición que viene de los antiguos, mintiendo así, por lo que ya sabemos, como un cosaco. Pero olvidemos esto por el momento y vayamos al dialogo, dentro del dialogo. Los personajes del mito son un dios-rey llamado Thamus, al que hay que imaginar sentado en un elevado trono en medio de su corte en la Tebas egipcia, y un dios-menor llamado Theuth, especie de divinidad artífice o laboriosa, encarnación antigua del  progreso, que se dedica todo el rato a inventar cosas para el bien general de los egipcios, invenciones que les resulta obligado presentar a su superior jerarquico, aquel buen dios-gestor Thamus, a fin de que este de o no su visto bueno, una especie de derechos de patente previos a la comercialización. Y bueno, con anterioridad al dialogo, que Socrates narra, en el brillante curriculum de Theuth figura la invencion de los numeros y el calculo, la geometria y la astronomiaincluso el juego de las damas y hasta los dados. Habiendo pasado todo ello por el juicio de Thamus de modo exitoso, gracias a lo cual en la atenas de Platon como en nuestro propio mundo disfrutamos de aquellas divinas invenciones egipcias. Pero el caso es que el diosecillo inventor theus le presenta una mañana al dios-rey algo que Socrates llama ypvuuata, esto es: las letras del alfabeto, o lo que viene a ser mas exacto: los caracteres de la escritura. Y presenta esta invención, la escritura, defendiendo apasionadamente su utilidad publica y la necesidad, por tanto de que se enseñe en cada escuela con palabras parecidas a estas:
Este conocimiento !oh rey! hará mas sabios a los egipcios y vigorizara su memoria. Pues se trata del elixir de la memoria y de la sabiduría lo que con el se ha descubierto.

Tras estudiar el asunto, el todo poderoso  y juicioso dios-rey emite su dictamen, cuya lectura me van ustedes a permitir también a continuación, porque no es demasiado prolija y no merece tampoco ser destrozada por una glosa mía. estas son, pues, las palabras que Thamus dirige al entusiasta Theuth, todo un jarro de agua fría.

!Oh Theuth, ingeniosisimo inventor de tantas y tantas  artes! [Un inciso: como ya verán ustedes aquí, en los viejos tiempos míticos, se comienza dando coba cuando de lo que se trata es de poner objeciones: Nada nuevo bajo el sol[. Una cosa es ser capaz de engendrar un arte y otra cosa ser capaz de discernir que daño o provecho encierra para los que de ella han de servirse. y así, tu que eres el padre de los caracteres de la escritura, de las letras, les has atribuido por puro cariño paterno facultades contrarias a las que poseen. Pues tu invento producirá en el alma de quienes lo aprendan el olvido, por el olvido del cultivo de l memoria, ya que los seres humanos, al confiar en la escritura, recordaran de un modo externo, valiéndose de unos caracteres ajenos a ellos,; y no desde su interior y por su propio esfuerzo. No es pues el elixir de la memoria, sino el de la rememoracion, lo que has encontrado. es la apariencia de la sabiduría, y no sabiduría verdadera, lo que procuras a tus discípulos. Porque, una vez que hayas hecho de ellos eruditos sin verdadera instrucción, darán la impresión de conocer muchas cosas, pese a ser en su mayoría unos perfectos ignorantes, y su compañía resultar insoportable, al haberse convertido no en sabios, sino en tipos que presumirán de serlo.

    ¿Que les parece? Hasta aqui da de si el mito, y en realidad en contra lo que dije antes no es un dialogo entre Theuth y Thamus, sino mas bien el monologo de un personaje tras otro, O la propuesta de uno y la respuesta rechazandolo del otro.
     Lo interesante del asunto es que este pequeño, casi marginal mito, se inscribe dentro de una serie, de consideraciones que Socrates se trae entre manos con Fedro en su dialogo (que en realidad abro aquí un paréntesis , tampoco es un dialogo, porque los diálogos de Platon no son diálogos, sino representaciones escritas de diálogos, nada de oralidad, sino puro grammata,, escritura químicamente pura y en la que de lo que se trata es de que el personaje principal, Socrates por lo general, acabe llevándose el gato al agua, algo previsto a priori desde la primera pagina...  pero es ir demasiado lejos, y cierro aquí el paréntesis). Y para ser mas exactos, Socrates lo trae a colación para responder a la pregunta por conveniencia o inconveniencia de escribir, y como según la manera en que se haga, la manera en los ytavhhata se junten en la ypaon o en castellano según como las letras compongan una escritura, esta podrá ser algo que este bien o que este mal. No entraremos en esto, pero y respecto de la escritura, ya vemos aqui un precedente de los usos y juegos del lenguaje del segundo wittgenstein... con un tufillo moral al fondo, eso si, porque en Platon la dichosa cuestion de lo que esta bien, y de lo que esta mal siempre remite al hecho de agradar o de contrariar a los dichosos dioses...
Sin embargo, lo que no se puede achacar al divino Platon es deshonestidad. Algo, por cierto, que le falta a tantos y tantos platónicos, que luego en el mundo han sido. Es precisamente la honestidad lo que lleva a Platon, como científico, podría decirse, a no sacar los pies de este entre dos aguas, de este raro ser ambiguo (como ambiguo es todo ser, comenzando por el SER con mayúsculas que no es sino la vida) de la escritura. Porque la conveniencia o inconveniencia de escribir, el buen y el mal efecto, el buen y el mal uso, como la memoria y el olvido, se encuentran ya inscritos, por así decirlo, en el propio invento. De hecho, existe una palabra que se ha deslizado como si nada en nuestra lectura, a la que no hemos prestado mucha atención, que es la palabra "elixir", en la traducción que esta tarde les he ofrecido  a ustedes. En realidad, la palabra griega es phakov, y aquí es donde esta el meollo del asunto, porque farmakon significa un buen numero de cosas, pudiéndose traducir por "elixir", como por "remedio" o "medicina", pero también es posible darle el sentido de "veneno", "pócima" o "ponzoña", palabras que fácilmente nos traen la imagen medieval de una bruja removiendo en su cueva una poción con aviesas intenciones. Y lo curioso en el mito que antes leíamos es que Theuth llama elogiosamente farmakon  a la escritura, es decir, elixir, medicina, remedio para la memoria humana; pero luego Thamus dice que no, que en realidad la escritura sera mas bien un veneno, una ponzoña, un bebedizo perjudicial que le acarreara a los humanos justo lo contrario de lo que Theuth dice, esto es: el maléfico del olvido. Pero la palabra que usa Thamus, como ustedes ya habrán advertido, es la misma: farmakon.  Tanto el dios-rey como el diosecillo inventor dicen que la escritura es un farmakon, pero para uno es elixir beneficioso y da la memoria, la sabiduría, para otro es veneno que trae el olvido y la falsa sabiduría, en términos del cretinismo del erudito que se cree o aparenta ser sabio...

En nuestros días, les diré quien llamo la atención sobre esta palabreja griega que tanto abre el texto platónico fue el filosofo francés Jacques Derrida, en un texto hoy ya clásico que se titula La farmacia de Platon. Derrida es un filosofo complejo y extraño, ya que su trabajo se centra en la escritura, al modo de sus antepasados judío, de las tres culturas del libro tal vez los que mas o mas antiguo apego tienen al texto (ya Cristo se quejaba del excesivo valor que los escribas del Templo le daban a la letra, y bueno, luego ahi esta la cabala medieval, por sacar innecesariamente ejemplos), Derrida se centra en la escritura, como les digo, pero a la vez todos sus escritos parten de algún discurso oral, que a su vez tienen un escrito antes, en una suerte de juego de espejos o adivinanza del huevo y la gallina. Y su método, previo mas sencillo que todo lo que se ha escrito luego sobre la tan traída y llevada desconstruccion, consiste por decirlo en un minuto en una suerte de zoom, una especie de atención o de enfoque o de acercamiento hasta lo microscópico del texto, algo que por decirlo de pasada resulta muy cinematográfico: ese iris de las primeras películas que lleva a ver y a mostrar en pantalla lo invisible o lo que pasa desapercibido a simple vista, recurso puro del cine, imposible en el teatro, que en los años XX del pasado siglo ya fascinaba a uno de los maestros de Derrida: el pensador judio y alemán para su final desgracia Walter Benjamin.

      Como verán este zoom da entonces  da muy buenos resultados aplicado a la critica filosófica, o al ensayo, por ejemplo el derridiano sobre Fedro.  Por supuesto, el recurso es interno a la escritura misma, y a la literatura en términos generales , como fácilmente intuiremos con solo recordar aquel cuento de Edgar A. Poe, La carta robada, que a su vez tanto fascinaría  luego al escritor, psicoanalista y tantas otras cosas Jacques Lacan, por insistir en toda una generación  de franceses digna cuando menos de encomio.

   Pero volvamos a Platon, tras haber descubierto un poco las cartas  sobre la mesa.  Porque resulta que ese farmakon sobre el que Derrida atrae la atención, de un modo que obliga a releer a Platon hoy, situándose con respeto y prudencia pero también sin mas miramientos a hombros de la tradicion escolar, es farmakon que podríamos traducir tambien por "droga" en su doble sentido de remedio farmaceutico y de pulsion tan necesaria como destructora para el yonqui heroinomano  (incluso para el inspirado ejecutivo yanqui del Wall Street, por ejemplo de inspiracion, no divina sino de cocaína en este caso), ese farmakon,  decimos, se halla diseminado por aquí  y por allá en casi todos los textos de Platon . Señalemos al paso que tan solo el ensayo sobre "La farmacia de Platon" , que en un principio acompañaba una tradición al francés del Fedro realizada por el propio Derrida, se edito luego como el texto central de un libro recopilatorio de artículos al que su autor puso el significativo y muy derridiano titulo de La diseminacion. Y no resulta nada facil delimitar lo bueno de lo malo en este farmakon, en la palabra por lo menos, ni siquiera diferenciandola en sus dos significados, en apariencia opuestos, porque como es sabidos, todo contundente remedio de farmacia puede matar, así como muchos remedios pueden curar graves enfermedades. Incluso una droga tan mal considerada como la cocaina, por seguir con nuestros me temo que algo desafortunados ejemplos, también puede suministrar placer (preguntese a los defensores de la liberacion de las drogas, en el caso español al escritor, ensayista y profesor universitario de filosofia Antonio Escohotado, por ejemplo), y por rizar aun el rizo, en Manhattan sirve a diario para cerrar importantes transacciones en la Bolsa. De hecho la propia cicuta que por imperativo legal tanto como personal Socrates ingiere en Fedro también se denomina farmakon en este dialogo, y en ambos sentidos,, porque es desde luego el veneno por el que se ejecuta en el filosofo la pena capital, pero al mismo tiempo es transmutada por el condenado en remedio liberador, pues se trata del farmakon que pronto y felizmente le va a procurar la inmortalidad. Y hay que advertir entonces, como hace Derrida, que todas las traducciones a las lenguas modernas, lenguas herederas de la metafísica occidental  y depositarias por tanto de sus categorías, sus tan características oposiciones  dualistas, cualquier versión, pues, opera sobre el farmakon  un efecto de análisis que lo destruye con violencia, que lo reduce a uno de sus elementos simples interpretándolo---paradojicamente--- a partir del ulterior que lo ha hecho posible. En suma, esto mismo es lo que sin poder evitarlo, estamos haciendo aquí y ahora
https://www.youtube.com/watch?v=2dFM1OO315k




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